El bostezo: fisiología y antropología.

Contrario a las creencias respecto a los mitos sobre el bostezo, desacertada es la teoría que reza que es señal de fatiga o aburrimiento o que es “contagioso”; hasta hoy las bases científicas sostienen que su función es ventilatoria, manteniendo una temperatura óptima para su apropiado funcionamiento.

El origen fisiológico del bostezo es provocado por un aumento de la temperatura cerebral y su finalidad es regular dicha temperatura. Un estudio demostró que la temperatura corporal era elevada antes el bostezo y posteriormente descendía.

“Al igual que los ordenadores, el cerebro humano es muy sensible a las temperaturas y debe permanecer fresco para operar eficientemente”, según Gary Hack de la facultad de odontología en Maryland y Andrew Gallup de la Universidad de Princeton, autores de un estudio publicado recientemente en la revista Medical Hypotheses.

Antropológicamente, “los bostezos son un legado de nuestra condición animal anterior a la de humanos, que cumplían una finalidad social, en el caso de los primates: transmitir la necesidad imperiosa de iniciar una acción colectiva y preventiva frente a intrusos. La Ciencia no ha descubierto en el bostezo ninguna utilidad en la vida moderna; ni siquiera la de oxigenar los pulmones. Experimentos realizados en la Universidad de Maryland (Estados Unidos) han demostrado que las personas sometidas a sobredosis de oxígeno no disminuyen la frecuencia de sus bostezos; son un puro residuo ancestral y genético”, Eduardo Punset.

“Otras teorías sugieren que el bostezo sirve para sincronizar el comportamiento o ánimo entre animales gregarios, de forma similar como lo hace el aullido de una manada de lobos durante la luna llena. El bostezo entonces emitiría una señal de cansancio hacia otros miembros del grupo para sincronizar los patrones de sueño y períodos de actividad.”

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